Meditar

¿Cómo educar a un niño en el camino correcto?



Todo padre quiere lo mejor para su hijo y desea que él no tenga que pasar por las mismas dificultades que ocurrieron en su vida.

Buscar protegerlo de todos los peligros y que sólo ande por el camino correcto. Pero, ¿cómo se puede educar a un niño y transmitir a él sus experiencias? Fue con esa pregunta que el obispo Edir Macedo inició la “Reunión del Encuentro con Dios”, a las 9:30 de la mañana, en el Cenáculo del Espíritu Santo, en San Amaro(SP), el último domingo, día 21.
El obispo habló sobre las fases de la vida: “Cuando se es niño todo es muy bello, pero con el pasar del tiempo, los hijos van creciendo y surgen los problemas. Usted abraza al niño, hay cariño, es una maravilla, pero cuando llega la edad adulta, la cosa cambia. Durante toda la vida, aquella criatura estaba unida a usted. Todo sufrimiento que ella tenía, se transfería para usted.”
 
De acuerdo con el obispo, por amor a sus hijos, es normal que los padres no quieren verlos pasar por los mismos sufrimientos que pasaron. “Sólo quien es padres o madre sabe lo que estoy hablando. La gente habla, enseña, pero parece que la conversación se queda fuera del juego. Sufrimos, gemimos, gritamos de dolor, pero, ¿qué podemos hacer? ¿Cómo usted puede acercase a ese niño y educarle según sus principios y su carácter?
Delante del silencio, el obispo Edir Macedo dice que hay una forma de enseñar a los hijos el camino correcto. “La Biblia nos da la receta. Ella es como la brújula que dirige su vida al camino de la felicidad. La Biblia muestra que Dios es el Padre. Sólo el Espíritu de Dios, para hacer eso, sólo el propio Dios en persona. Ni un ángel puede hacerlo, ni un arcángel, ni un querubín o serafín, sólo el Espíritu Santo.”
Él afirma que cuando ocurre el verdadero encuentro con Dios, no se trata de ser curado, liberado de los vicios, alcanzar la paz o mejorar económicamente: “ El Espíritu Santo no mejora la vida de nadie, el transforma la vida de las personas. Da una nueva mente, un nuevo corazón. Cambia la naturaleza de las personas y hace de usted un hijo o una hija de Dios.”
El obispo aclaró que la transformación es tan profunda que nuestra cabeza también cambia: “No es más como la cabeza de las personas de este mundo. Su corazón no se apasiona con las personas de este mundo. Usted pasa a ser un testimonio y no, simplemente, alguien que cuenta testimonios”, concluyó.